7 DE AGOSTO (Nebaj - Biotopo del quetzal)

Hoy nos pegamos un gran madrugon (4,30h) porque el unico autobus que va directo a Coban, nuestro proximo destino sale a las 5 de la manyana. Lo de "directo" es un eufemismo, claro, porque hace cienmil paradas. Ademas, la carretera esta hecha polvo, esto si es literalmente. Es decir, no habia carretera. La mitad del viaje la hemos hecho por caminos embarrados, llenos de baches y con 23 en la furgoneta, el record de ocupacion hasta la fecha.

Eso si, el paisaje era espectacular. Hemos vuelto a coincidir con los madrilenyos, la cooperante que viaja con sus padres. Al final hare un posto sobre toda la gente que hemos conocido, porque ha sido muy chulo. Tambien creo que hare uno puntuando hoteles y restaurantes, por si a alguien le sirve. Bueno, seguimos la ruta hacia el Biotopo, una reserva natural propiedad de la Universidad de San Carlos, en la que habita el quetzal, el pajaro nacional que da nombre a la moneda del pais ("porque brilla mucho y se ve poco" dicen los de por aqui). Nos alojamos en El Ranchito, una finca de un tipo genial, Don Julio, que ha conseguido preservar con el mismo habitat que el biotopo con el que limita unas cuantas hectareas. LLegamos como a las 12 y salimos a dar un paseo por la finca. Es lo que se llama "bosque nuboso" y para entendernos equivale a una selva en la montanya pero mas humeda y fria. Es decir, verde y mas verde, barro y mosquitos. (Aqui empezaron nuestros problemas con los mosquitos, que nos acompanyaran varios dias). Nos perdemos, claro, pero el paseo ha sido chulisimo.

A la vuelta, comemos en EL Ranchito y mientras nos tomabamos el cafe nos avisan: "el quetzal, el quetzal". Salimos corriendo a verlo, y ahi estaba. Son unos pajaros espectaculares, con todos los colores del arcoiris y una cola larguisima, de un metro, que les da un aire elegantisimo. Pero sobre todo, lo que mas me impresiona es su canto melancolico, una especie de llanto, pura melancolia. Nos dice Don Julio que "anda triste porque el condor le acecha". Nos quedamos un rato mas hasta la hora de dormir leyendo y escribiendo en el porche de El Ranchito, con el sabor del quetzal en los ojos.

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